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Super Retro Trio, el harén videojueguil de tus sueños

Después de varios meses de uso, toca hablar de Super Retro Trio. Se trata de un producto muy especial dirigido a un nicho de mercado muy específico, así que antes de entrar en materia me apetece ponerme el sombrero de abuelo cebolleta. Y es que no se puede hablar de la última multiconsola de Retro Bit sin divagar un poco para explicar hacia quién va dirigida y por qué.

Cuando me tocó vivir la niñez, a finales de los 80 y principios de los 90, los videojuegos eran un asunto complicado para la chavalada. Durante el reinado de las consolas de 8 y 16 bits se produjo un salto de gigante, tanto a nivel técnico como creativo, y los jueguicos rápidamente dejaron de ser esos primeros intentos embrionarios con cuatro píxeles saltarines para convertirse en algo verdaderamente importante. De pronto Super Mario, Sonic, y Megaman irrumpieron en los hogares con una fuerza que sus arcaicos abuelos jamás se habrían atrevido a soñar. La explosión fue tremenda, demasiado intensa para ser ignorada por unos chavales ávidos de diversión pero demasiado rápida para una España debilitadísima que seguía a la cola de Europa.

Este empuje se tradujo en una generación de niños desesperados por tener una consola en casa. Y también, claro, una generación de padres, en su mayoría de clase obrera, que no veía el asunto con los mejores ojos. Tras mil súplicas (y siempre que las notas del colegio acompañaran) uno podía conseguir la ansiada consola, pero entonces llegaba el verdadero problema: los juegos. Si ya era difícil meter en casa la máquina, hacerse con munición suficiente para darle vida era misión imposible. En gran parte debido a su elevado precio, pero sobre todo por la incapacidad parental para entender que tener una consola sin riego de juegos es como el que se compra un coche y no le echa gasolina. Al final deja de andar. Y no descarto, ahora que lo pienso, que esa fuera la intención última de los papis. Que eso de los marcianitos quema la vista y es más sano salir con la pelota a la calle.

Así estaban las cosas y, salvo padres adinerados o especialmente comprensivos, hubo que ir tirando con lo que había, rejugando una y otra vez los mismos cartuchos, haciendo intercambios con los amigos y mamando de las revistas especializadas para pensar muy bien cuál sería el siguiente. Porque con las expectativas de recibir unos dos juegos nuevos por año, uno para Navidad y otro por el cumple, había mucho tiempo para planificar las adquisiciones. Y también hubo tiempo, claro, para crecer traumatizados por el anhelo insatisfecho de todas aquellas consolas y juegos que nunca tendríamos.

Volvamos al siglo XXI. La mayoría de los hijos de los 80 son ahora adultos normales, a pesar del Mortal Kombat. Esos no necesitan ninguna Super Retro Trio. Otros, dominados por una extraña crisis peterpanesca de los 30, seguimos sintiendo una especie de deuda pendiente hacia nuestro yo de entonces. Seguimos recordando aquellos videojuegos soñados, con la diferencia de que ahora tenemos cierto poder adquisitivo y un acceso casi milagroso a innumerables mercadillos de compraventa. Ahora es posible, por fin, quitarnos cualquier espinita que tengamos en nuestro corazoncito pixelado. Para nosotros existe Super Retro Trio.

El ataque de los clones

Es un buen momento para ser coleccionista de esto que se ha venido a llamar retrogaming. Gracias a internet es posible (por un precio indecente) conseguir copias originales de títulos rarísimos, algunos de ellos incluso inéditos en España. Demonios, hay circulando incluso cartuchos pirata de juegos cancelados que nunca llegaron a salir a la venta. Sin embargo en este nuevo escenario surgen también nuevos problemas. Por un lado la especulación ha hinchado los precios de algunas de las piezas más codiciadas hasta alcanzar máximos disparatados. Y aún más problemático, el paso de los años ha hecho mella en estos artículos y cada vez es más difícil encontrar ejemplares sin desperfectos.

Conseguir consolas antiguas en buen estado es especialmente complicado. Es lógico: se trata de aparatos que ya no se fabrican, con décadas sobre sus circuitos y con mucho maltrato sufrido. La mayoría acabaron sus días en un trastero polvoriento, hasta que a alguien se le ocurrió aprovechar el filón nostálgico para sacarse unas perras en eBay. Con ánimo de cubrir este hueco, varios fabricantes han aprovechado la expiración de patentes para comercializar clones más o menos fieles del hardware de las consolas clásicas a un precio bastante decente. Algunos incluso se permiten rizar el rizo combinando en el mismo sistema compabilidad con varias plataformas distintas, haciendo realidad el sueño más loco de nuestra niñez: poder reproducir juegos de Nintendo y de Sega en una misma consola.

A su vez, dentro del microsector de las multiconsolas retro, hay dos reinas que se reparten el bacalao. Ambas persiguen el mismo objetivo: ofrecer compatibilidad con accesorios y juegos de NES, Super Nintendo y Mega Drive (ampliable a Game Boy, Game Boy Advance y Master System utilizando adaptadores a la venta por separado), pero para ello siguen dos filosofías completamente diferentes.

La Retron 5 de Hyperkin implementa características técnicas actuales como salida HDMI, filtros de imagen y reescalado a 720p para una calidad cristalina en pantallas de alta definición. Además, permite guardar partidas incluso en juegos que no están diseñados para ello. Todo esto, que pinta estupendo sobre el papel, tiene letra pequeña, y es que la Retron 5 utiliza técnicas de emulación por software y por lo tanto la experiencia no es totalmente fiel. De hecho, en lugar de acceder a los datos de los cartuchos en tiempo real la consola hace un volcado de la ROM en la memoria y a partir de ahí funciona como un emulador para PC o Android. Por este motivo no es una consola recomendada para puristas, aunque puede ser la opción más apropiada para gente que quiera disfrutar de juegos clásicos beneficiándose de algunos avances modernos.

Por contra, la Super Retro Trio de Retro Bit es una consola que reproduce de forma muy aproximada el hardware de las consolas originales para garantizar una ejecución indistinguible de las mismas. Los juegos se ven, se escuchan y responden exactamente como fueron diseñados, sin incompatibilidades ni anomalías. Su salida analógica permite no solo jugar a los viejos cartuchos de hace 20 años, también permite hacerlo en la misma tele que usábamos hace 20 años (si sigue funcionando, claro). Su propuesta es, en resumen, hacer justicia a los juegos clásicos y convertirse en una perfecta sustituta de unas NES, Super Nintendo o Mega Drive originales, en una misma caja, por un precio muy inferior.

Super Retro Trio, a examen

En mi caso, la mayor fidelidad que propone la multiconsola de Retro Bit decanta claramente la balanza en su favor. La ocasión perfecta para comprarla ha sido la aparición, hace unos meses, de la «edición PAL». Esta revisión de la máquina soluciona algunos fallos detectados en juegos europeos en el primer modelo (pensado inicialmente solo para el público americano) y además incluye una toma de corriente europea. Además, esta versión de la consola cuenta con distribución oficial en algunas grandes superficies, como Media Markt.

Super Retro Trio se vende en España por unos 80 o 90 euros, un precio realmente ajustado que no da demasiado margen para florituras. Con un diseño espartano y un acabado algo tosco, no es el aparato más bonito que se puede colocar en un salón. La buena noticia es que al sacrificar lo estético se permite dedicarle todos sus esfuerzos a lo funcional y ahí es donde la consola no decepciona. Tras probar durante meses decenas de juegos de NES, Super Nintendo y Mega Drive no he sido capaz de encontrar ningún problema de funcionamiento ni de rendimiento, e incluso he conseguido ejecutar un par de cartuchos que mi NES original se negaba a «tragarse».

Otra de las alegrías que proporciona la Super Retro Trio es su soporte multiregión gracias a un selector en el frontal. Cualquier juego del mundo debería funcionar sin problemas, ya sea japonés, americano o europeo (la única excepción son cartuchos de Famicon, la NES japonesa, que por ser de distinto tamaño no caben por la ranura). La mayoría de mi colección es de origen europeo pero he podido realizar unas pocas pruebas, todas ellas con resultado satisfactorio: un Castlevania 2 de NES PAL-A, un Street Fighter 2 japonés y varios americanos de Mega Drive.

Lo mismo se aplica a los accesorios. La consola incluye dos puertos por cada una de las plataformas que soporta para que puedan usarse los mandos originales. Además pueden funcionar indistintamente, de modo que se puede usar, por ejemplo, un mando de Super Nintendo en juegos de Mega Drive. Vaya locura, ¿eh? Si no se dispone de ninguno no hay problema, la consola incluye dos mandos propios basados en el diseño de los de Super Nintendo. Tienen un tacto un poco endeble, como de «plástico de los chinos», pero su funcionamiento es muy satisfactorio, lo suficiente para que no sea necesario seguir desgastando los originales.

Como ya  he mencionado antes, la salida de la consola es analógica y como tal la he instalado en una televisión de tubo, como está mandado. Esto no está reñido con la fidelidad, y bajo estas condiciones la imagen y el sonido tienen tanta perfección como puede esperarse de esta tecnología. Ayuda que el cable de salida compuesta separe los canales de audio derecho, izquierdo y vídeo, y también se incluye una salida S-Video que debería ofrecer una calidad muy aceptable en televisiones más modernas.

Una grata sorpresa ha sido descubrir que la imagen de juegos extranjeros no da ningún problema en una tele analógica europea. Una de las razones de los bloqueos regionales en los juegos es que en la era pre-HD Japón y Estados Unidos se regían por el estándar de imagen NTSC, de menor resolución y una velocidad de refresco algo mayor que el formato PAL europeo, y esto obligaba a usar adaptadores especiales para poder disfrutar de material de importación, de lo contrario se veía la imagen en blanco y negro con anomalías.

Veredicto

A primera vista es fácil desconfiar de Super Retro Trio, pero la belleza está en el interior y debajo de su carcasa cutre se esconde una pequeña joya que cumple exactamente lo que promete, que no es poco. Y es que por menos de 100 euros esta chica mala no solo es capaz de ejecutar con máxima fidelidad el catálogo de tres de las consolas más míticas de la historia (cinco, recuerdo, con los accesorios correspondientes), también elimina las barreras regionales y ofrece la mejor calidad audiovisual que uno puede esperar de un sistema analógico.

Ya sea para iniciarse en el mundo del retrogaming o simplemente para evitar el desgaste de las máquinas originales, la multiconsola de Retro Bit es la opción más recomendable que hay actualmente en el mercado. Su pobre diseño estético y la falta de puerto para cartuchos de Famicon son los únicos aspectos que se le pueden echar en cara a una consola que no deja de ser, literalmente, el sueño hecho realidad de la generación Bollycao.

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