No se me ocurren muchos títulos recientes que hayan dividido tanto a crítica y público como Destiny. Desde su lanzamiento el pasado septiembre no estamos más cerca de un consenso sobre lo último de Bungie y de hecho las discusiones sobre su calidad siguen acabando en duelos a machete con las primeras luces del amanecer.
Una cosa sí está bastante clara y es que en más de un sentido Destiny es un paso en falso para los creadores de Halo. Un juego de claroscuros que es capaz de lo mejor y de lo peor. Su esperadísima primera expansión, La profunda oscuridad, era una oportunidad dorada para dar un volantazo y poner remedio a algunas de sus decisiones de diseño más discutidas. Y hablo en pasado porque es evidente que Bungie no ha sabido o no ha querido ver dónde están los problemas que tocaba solucionar.
No lo llame expansión, llámelo DLC
En su inexplicable afán por vender Destiny como un MMO, un género al que desde luego no pertenece, Bungie se ha empeñado en llamar expansiones a los contenidos descargables del juego. Desde luego que son expansiones del contenido básico, pero es una nomenclatura que tradicionalmente se ha asociado a grandes paquetes de contenido que pueden llegar a duplicar la duración del juego base. Cuando salía una expansión para World of Warcraft, Age of Empires o Starcraft, tan generosas que solían distribuirse en formato físico, uno sabía que ahí había material para viciarse durante semanas. No es el caso, ni mucho menos.
La profunda oscuridad se vende a 20 eurazos y no añade absolutamente ningún territorio nuevo, tan solo algunas cuevas en zonas que los jugadores ya se han recorrido hasta el aburrimiento. Y este es precisamente el mayor y más sangrante error de Bungie. No puede ser que después de lo mucho que se ha criticado la escasez de planetas explorables en Destiny llegue una expansión que sigue exprimiendo aún más los escenarios de siempre.
En general hay muy poca tela que cortar. Este apéndice consta de cuatro misiones para un jugador, bastante sosas, con una historia prescindible y una duración que no da ni para llenar una mañana de un sábado, tres nuevos mapas para el multijugador competitivo, dos asaltos, uno de ellos exclusivo de las plataformas PlayStation, una nueva raid (lo mejor, aunque solo al alcance de la élite debido a su gran dificultad) y una nueva hornada de equipamiento legendario. Una lista de añadidos bastante escasa, pero que deja aún peor sabor de boca al ver lo insustanciales que son estos contenidos, en general construidos a base de elementos reciclados.
Igual de descorazonadora es la aparición de un nuevo personaje en la Torre, cuyo papel consiste en entregar un nuevo lote de contratos diarios que se suman a los ya existentes a cambio de puntos para una facción nueva, dos novedades que sirven para ilustrar lo desatinada que es esta expansión. Los contratos son una de las partes más aburridas del juego y en cuanto a la nueva facción, lo cierto es que antes ya había demasiadas, contar con una más solo sirve para dispersar aún más los esfuerzos de los jugadores.
Pocas luces
Una de las novedades más esperadas de La profunda oscuridad, aplicable a todos los usuarios, tengan el contenido o no, es la ampliación del nivel máximo. Gran parte del interés de Destiny consiste en subir el nivel de los personajes y es innegable que se pierde bastante interés cuando se llega al nivel 20, el máximo natural. Para prolongar un poco más la experiencia Bungie se sacó de la manga los puntos de luz, un valor que se encuentra en las piezas de armadura de mayor rango y que permite llegar a nivel 30.
La idea es buena, permite alargar el desarrollo de los personajes, el problema es que encontrar y mejorar el equipamiento necesario para alcanzar el nivel 30 hay que dedicar una barbaridad de horas. Esto se vuelve catastrófico si tenemos en cuenta que Destiny no es tan grande como debería, así que la recolección de recursos se vuelve en una pesadilla de repetir una y otra vez las mismas misiones y patearse los mismos mapas ad nauseam.
Con la llegada de La profunda oscuridad se ha ampliado el nivel máximo de luz a 32. Esto, en principio positivo para los que ya han tocado techo, ha resultado ser un arma de doble filo. Lo que ha pasado es que con esta ampliación de nivel también han llegado armas más fuertes, por lo que el equipamiento que muchos jugadores han ido mejorando durante centenares de horas se ha quedado obsoleto. Esto prácticamente obliga al personal a hacerse con la nueva remesa de armas legendarias y ponerse a mejorarlas otra vez desde el principio, una pesadilla que ha hecho que una parte de la comunidad se largue de Destiny para no volver.
Veredicto
La profunda oscuridad fracasa a tantos niveles que es difícil mantener el optimismo sobre el futuro de Destiny. En lugar de intentar arreglar los problemas del juego base, con esta ampliación Bungie ahonda en ellos y los hace tan evidentes que por momentos el juego parece una caricatura de sí mismo.
En cuanto a cantidad, la ración de nuevos contenidos que se ofrece por 20 euros es rácana e insultante. En cuanto a calidad, la expansión no intenta hacer otra cosa que repetir las mismas situaciones en los mismos malditos escenarios. ¿Quieres caldo? Pues toma dos tazas. Supongo que a más de uno le bastará con esto, pero creo que se le debe pedir mucho más a uno de los estudios de desarrollo más respetados e influyentes de la industria.
Lo peor de todo es que las bases de Destiny son sensacionales. Su mundo es muy bello, los tiroteos son divertidísimos y los elementos de rol funcionan de maravilla. Es verdaderamente triste que después de tanto esfuerzo Bungie no sepa qué hacer con todo esto.