Hoy Bungie ha hecho realidad uno de los mayores temores de la comunidad de Destiny: la próxima implementación de microtransacciones. Tras una retahíla de polémicas y tropezones, la última obra de los creadores de Halo sucumbe al último vicio que le faltaba por asumir.
Esta nueva vía de monetarización entrará en vigor el próximo martes 13 de octubre, con el regreso de Tess Everis a la Torre. Este personaje vendrá con un rediseño estético y un carrito lleno de gestos, bailecitos y otros elementos puramente estéticos que no tendrán incidencia alguna en el propio juego, más allá de hacer el moñas. Estos accesorios se adquirirán a cambio de una nueva divisa, monedas de plata que se comprarán con dinero real. Para estrenar el tinglado Bungie ingresará gratuitamente unas pocas monedas a todos los usuarios, aunque el estudio se ha apresurado a asegurar que nada de lo que se compre con ellas tendrá una incidencia real en el apartado jugable.
Este movimiento obedece, según el estudio, a la intención de «reforzar» el servicio durante otro año, «creando eventos más robustos e interesantes» que serán anunciados próximamente. Suena razonable y podría resultar creíble si no fuera porque un año después de su lanzamiento, todo el mundo le ha visto ya el plumero a Destiny. La introducción de los micropagos es la gota que colma un vaso ya chorreante de desatinos.
La cosa empezó con mal pie con las primeras críticas a un juego base bastante limitado de contenido. El sueño de surcar la galaxia se desvaneció bien rápido cuando se supo que únicamente habría cuatro localizaciones: la Tierra, la Luna, Venus y Marte, aparte de la Torre, un pequeño centro social. El mejor gunplay de los últimos años permitió mantener el optimismo sobre el proyecto, pero la cosa no mejoró demasiado con la llegada de las dos primeras expansiones, dos paquetes de contenido muy escasos a un precio demasiado elevado (20 eurazos cada uno, y solo el segundo introduce un nuevo escenario). La cosa siguió hecha un lío con la aparición de misiones exclusivas que solo podían ser desbloqueadas reuniendo unos códigos de las latas de Red Bull, una promoción que para colmo solo está disponible en Estados Unidos y cuya web acabó reventando a causa de los intentos de obtener códigos de forma fraudulenta. La última y mayor expansión, El rey de los caídos, parece haber solucionado la mayoría de los problemas del juego, pero a cambio de pagar otros 40 euros.
Si uno echa cuentas, los usuarios más activos de Destiny se han dejado ya unos 150 euros en el juego, sin contar latas de Red Bull ni los daños psicológicos causados por el videoclip más bochornoso de la historia. Un verdadero dineral que no justifica, aunque sea por vergüenza, tener que vender bailes de La Macarena para «reforzar el servicio». Ese refuerzo está ya pagado por la comunidad. Y bien pagado.