Nota: Blues and Bullets es una aventura episódica aún en desarrollo.
Esta reseña está basada en los dos primeros episodios publicados hasta el momento.
Los tres restantes, hasta completar una temporada de cinco, serán lanzados próximamente.
Eliot Ness ha pasado al imaginario colectivo como el incorruptible paladín de la Ley Seca que acabó con el imperio de Al Capone. Al pensar en él nos viene a la mente Kevin Costner en la imprescindible ‘Los intocables de Eliot Ness‘ de Brian de Palma, una versión idealizada del brazo de hierro de la justicia que se convirtió en azote de los mafiosos en el Chicago de finales de los 20 y principios de los 30. La realidad es menos glamourosa y, tras la disolución de su equipo, el agente vivió sus últimos años de forma errática, empinando el codo más de lo recomendable, endeudado y sobreviviendo a base de trabajos aquí y allá hasta que un infarto le quitó las penas con poco más de 50 años.
La trayectoria fulgurante de «Los intocables» habría sido una sensacional temática para un videojuego de acción. No me cuesta verlo: los tiroteos frenéticos de Max Payne con la ambientación de Mafia, con sus metralletas, sus trajes elegantes y sus persecuciones en coches de época. Obvio, fácil y vendedor. En cambio, el estudio barcelonés A Crowd of Monsters ha decidido inspirarse en los años más oscuros de Ness para crear una agria «aventura cinematográfica» en la línea de la producción habitual de Telltale Games, compartiendo también su modelo de distribución episódico.
Una alianza improbable
Veinte años después de enchironar a Al Capone, a Eliot Ness le va más mal que bien. Divorciado y amargado por la sombra de sus glorias pasadas, su vida es un desastre en lo personal y en lo profesional. El brillante agente que una vez ocupó portadas por sus logros contra el contrabando de alcohol es ahora un alcohólico que regenta un bar de carretera de mala muerte llamado Blues and Bullets. Es aquí donde empieza la ficción, una ficción que le ofrece un último caso, una última oportunidad de redención que nunca tuvo (o no supo aprovechar) el Eliot Ness real.
La salida de Capone de la cárcel coincide con la misteriosa desaparición de su sobrina. Con sus conexiones con el hampa venidas a menos, el criminal recurre a su enemigo más feroz para rescatarla, a sabiendas de que su mala situación y su sentido del honor le llevarán a aceptar el encargo. Aunque receloso, la oportunidad de resolver un secuestro que podría estar relacionado con una oleada de desapariciones de niños que nunca consiguió resolver llevan a Ness a desempolvar el revólver y enfundarse una vez más la gabardina para patearse las calles de la ciudad ficticia de Santa Esperanza. Paralelamente, se crea una interesante relación de colaboración forzosa entre dos personajes antagonistas condenados de odiarse.
Más blues que balas
Cualquiera que haya jugado a alguno de los títulos de Telltale, como The Walking Dead, Juego de Tronos o muy especialmente The Wolf Among Us, se encontrará aquí en terreno familiar. Blues and Bullets es una aventura extremadamente cinematográfica que consiste casi exclusivamente en recorrer los escenarios investigando ocasionales puntos de interés, dialogar con personajes y tomar algunas decisiones que alterarán en mayor o menos medida el devenir de la historia.

Un par de aportaciones propias aportan el factor diferenciador sobre otros compañeros del género y, aunque son interesantes, merecían un mayor desarrollo para aportar profundidad y empaque al conjunto. En primer lugar están las investigaciones, escenarios donde Eliot Ness tiene que examinar diversas pruebas para reconstruir crímenes conectados con el caso principal. Estas escenas, por lo general muy interesantes y truculentas, eran la ocasión ideal para desarrollar unas mecánicas detectivescas que supusieran un reto intelectual al jugador. En lugar de eso, todo consiste en darse una vuelta por el escenario, examinar los puntos destacados por un icono gigante y posteriormente ordenarlos en un tablón que ni siquiera penaliza los errores. Una oportunidad perdida.
Los detractores de los quick time events (un saludo, David De Gruttola, si me estás leyendo) agradecerán su escasa presencia. A cambio, las escenas de acción están resueltas por medio de tiroteos sobre raíles donde se apunta moviendo un cursor y el personaje avanza automáticamente cuando cada oleada de enemigos ha sido despachada. Resulta extraño que se haya optado por este planteamiento tan simplón que, de nuevo, es poco estimulante para jugadores habituales, sobre todo porque los mapas donde ocurren estos enfrentamientos parecen claramente diseñados para un shooter con coberturas tradicional.
No termino de entender por qué se ha desechado el control directo sobre el personaje cuando lo tenían tan a huevo para hacer algo mejor. Quizá esa fuera la idea inicial y tuvo que ser descartada por problemas de presupuesto o de rendimiento del motor gráfico. Tal y como se presentan, las escenas de tiroteos cumplen su función de aportar algo de emoción y variedad, pero también permiten imaginarse un juego muy distinto, con mayores valores de producción, donde la aventura cinematográfica se habría combinado con la acción. Quizá con mayor tiempo y presupuesto Blues and Bullets podría haber jugado esa carta con más suerte que The Order 1886.

Aunque técnicamente deja bastante que desear, su impecable dirección artística compensa con creces sus carencias. No se puede decir que su cuidada estética sea completamente original, ya lo hizo The Saboteur, la película Sin City e incluso La lista de Schindler, con su memorable escena de la niña de rojo, pero lo de «filmar» en un blanco y negro roto por objetos destacados en color sigue siendo impactante y le funciona especialmente al estilo noir de Blues and Bullets. En un mundo de blancos y negros, la corbata roja de Eliot Ness, los charcos de sangre y el dorado de los casquillos de bala o el fuego aumentan la fuerza de las imágenes, complementadas por una fabulosa banda sonora.
Desde su estado inconcluso actual se puede decir que el guión también está a la altura de su interesante premisa, pero su gran esfuerzo se ve empañado por la escasa duración de los episodios. A Crowd of Monsters intenta contar una historia madura y se toma su tiempo para desarrollarla. Eso en sí mismo es algo positivo, le da carácter y consigue que los personajes le importen al jugador, la asignatura más difícil para este tipo de juegos. El problema está en que algo menos de dos horas por entrega la lentitud narrativa es un lujo que el estudio no se puede permitir. Quizá habría sido más conveniente condensar los cinco capítulos previstos en tres de mayor duración.
Conclusión
A pesar de que dejan algunos momentos impactantes y muy memorables, los dos episodios publicados de Blues and Bullets están lastrados por la sensación de que la historia aún está calentando motores y habrá que esperar hasta el tercero para que la cosa se ponga realmente interesante. Las bases sentadas por sus creadores, no obstante, son lo bastante sólidas para esperar una suculenta historia, a la altura de las mejores de Telltale, una vez que el desarrollo se haya completado. Por desgracia, su ritmo pausado juega en contra del formato episódico, una decisión que se entiende más a nivel de negocio (para el estudio probablemente habría sido inviable financiarse el desarrollo completo) que a nivel narrativo.

Parece Blues and Bullets uno de esos casos donde la experiencia se disfrutará más al ser jugada de un tirón al final de temporada. Y sin embargo es algo que me cuesta recomendar, porque me imagino peligrar su conclusión si los ingresos de las dos primeras entregas (disponibles para PC, PS4 y Xbox One por tan solo 5 euros cada una) no dan para seguir trabajando en las tres restantes.
A pesar de sus problemas, estamos ante un proyecto muy meritorio que merece ser apoyado y una de las propuestas más interesantes de la escena española actual. Habrá que esperar hasta su final para comprobar si consigue ser algo más.
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