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Cruz de katanas por una mujer

Tras Hard Reset (recientemente relanzado en versión Redux) y resucitar Shadow Warrior con una reinvención completa del clásico de 1997, el estudio polaco Flying Wild Hog ha conseguido labrarse una sólida reputación dentro de los defensores de devolver los shooters en primera persona a sus raíces noventeras. Tras los dos citados y otras joyas como el reciente Doom y los dos Wolfenstein de Machine Games, podemos hablar de una corriente reivindicativa que está consiguiendo grandes aplausos en su intento por devolverle al género la velocidad y la emoción que había perdido en los últimos al adoptar demasiadas concesiones en pos de la comercialidad. Y es que, aunque los anuncios de televisión nos intenten convencer de lo contrario, una Coca-Cola sin azúcar ni cafeína no es Coca-Cola, es jarabe con burbujitas.

Ante un terreno tan fértil, era de esperar que Shadow Warrior 2 siguiera los pasos de su predecesor y nos ofreciera otra ración de más de lo mismo. A pocas mejoras que introdujeran el éxito habría estado garantizado. En lugar de eso, Flying Wild Hog sorprende con una secuela que no solo se aleja de su anterior planteamiento, sino que en algunos aspectos es diametralmente opuesta.

Filo de acero, wangtes de seda

Tras el sorprendentemente emotivo final de Shadow Warrior, Lo Wang sigue viviendo como un rōnin moderno. Un samurái sin amo que vaga como mercenario alquilando su espada al mejor postor. Han pasado cinco años y las cosas están regular. A pesar de las buenas intenciones del deslenguado antihéroe, los eventos ocurridos en la anterior entrega han originado una colisión entre el mundo de los humanos y el Reino de las Sombras, provocando que un colorido panteón de demonios inspirados en el folklore japonés campe a sus anchas por las calles.

En medio de este panorama tan peliagudo, Lo Wang intenta encontrar a la nieta de una jefa de la yakuza local. Lo que parecía una sencilla misión de rescate se complica y acaba envuelto una vez más entre los tejemanejes de la mafia japonesa y los Inmortales, intentando salvar el pellejo y, de paso, el mundo, mientras se ve forzado a usar su cuerpo como recipiente para el alma de la chavala, una situación que le resulta incómodamente familiar…

Aunque la historia no es el punto más fuerte de Shadow Warrior 2 y peca de resultar algo reiterativa, los guionistas de Flying Wild Hog han conseguido amenizar la aventura con unas generosas dosis de un humor grueso que le sientan genial. Entre masacre y masacre no faltan los chistes verdes y las pullas que se disparan los dos personajes, obligados por las circunstancias a compartir cuerpo. La chica, una emo bastante borde, funciona bien como contrapunto del carácter chulesco de Lo Wang, pero no llega a enamorar al mismo nivel que Hoji, su sarcástico compañero anterior, un personaje que se echa de menos.

Vuelven también las galletitas de la suerte. Como las de los restaurantes chinos, estos divertidos coleccionables contienen algunas perlas de sabiduría que aportan una dosis extra de cachondeo. Lamentablemente a día de hoy sus mensajes se muestran en inglés, aunque el resto del juego está correctamente subtitulado al castellano. No hace falta un gran nivel del idioma para entenderlas, pero espero que sea corregido lo antes posible en algún parche porque es un elemento que me parece particularmente gracioso.

Abriendo fronteras

Aunque Shadow Warrior 2 mantiene su enfoque en la acción directa y visceral, lo hace desde una puesta en escena muy diferente de la de su predecesor. Atrás quedan los entornos pasilleros plagados de hordas de enemigos. Esta secuela toma algunas ideas del libro de Borderlands y presenta un mundo semi-abierto con un poblado central que hace las veces de cuartel de operaciones, mientras que las misiones propiamente dichas tienen lugar en determinados puntos de unos mapas de considerable tamaño que se generan proceduralmente. Es decir, al iniciar una misión el trazado y la ubicación de los objetos y enemigos se genera de forma aleatoria. El resultado es francamente bueno, tanto que si no te dicen que son mapas procedurales resulta difícil de creer, puesto que son bastante coherentes y equilibrados. Sin embargo, tras algunas horas de juego, se echa en falta un diseño algo más personalizado, ese hilar fino que solo se consigue mediante un diseño hecho a mano por un desarrollador humano. El lado positivo es que esto lo hace muy rejugable, sin dos partidas exactamente iguales. También tiende más a los espacios más amplios, algo que beneficia a la decisión de incluir multijugador cooperativo para hasta cuatro jugadores. También hay una mayor variedad de localizaciones y a los niveles infernales y a los ambientados en un idílico Japón tradicional se suma una zona cyberpunk, con arquitectura futurista, robots y luces de neón.

Esa diversidad se deja notar en el bestiario. En esta ocasión los enemigos se organizan en «pandillas» más reducidas, normalmente lideradas por un minijefe de mayor tamaño y poder. El catálogo de adversarios es realmente nutrido y se agradece el esfuerzo que se ha dedicado a darles unas rutinas de ataque distintas a cada uno. Como resultado, es imprescindible adoptar estrategias distintas para cada enfrentamiento, añadiendo a los combates una pequeña capa táctica que contrasta con los tiroteos más caóticos y tontorrones de las primeras obras de sus creadores.

Los recursos al alcance de Lo Wang en esta ocasión son también algo inmenso. Las magias crecen en importancia, se añaden nuevas  habilidades desbloqueables y la posibilidad de personalizar lar armas con una especie de runas que otorgan bonificaciones muy concretas (por ejemplo, mayor porcentaje de aciertos críticos, efectos elementales o mayor velocidad de recarga). Nuevamente se abre aquí un punto de microgestión que, en ocasiones, puede llegar a abrumar al jugador. Las combinaciones, como el arsenal a disposición del protagonista, son prácticamente infinitas y en las últimas horas de juego me sorprendió revisar mi inventario y descubrir la absurda cantidad de armas que había conseguido recopilar, la mayoría de ellas sin estrenar. En estos casos más no siempre es mejor y no sé si tiene mucho sentido cargar con cinco tipos de pistola, seis espadas, cuatro escopetas, dos sierras mecánicas, ocho lanzamisiles y Dios sabe qué más si en aproximadamente 12 horas de campaña, con sus correspondientes misiones secundarias, solo he tenido ocasión de usar una pequeña fracción del repertorio. Supongo que el multijugador y posteriores ampliaciones de contenido (ya se ha anunciado que llegarán nuevas misiones y desafíos próximamente) justificarán a largo plazo este delirio armamentístico.

Virtuosismo polaco

No es Shadow Warrior 2 uno de esos juegos de acción que requieran una gran precisión. Apenas se usa el zoom de apuntado, se echa mano de las espadas tanto como de las armas de fuego y es más valioso saber moverse y controlar a las masas que acertar disparos a la cabeza, así que es un shooter que se hace especialmente cómodo jugado con mando. Digo esto porque para los usuarios de equipos menos potentes no deberían preocuparse demasiado por subir un poco los gráficos y jugar con un framerate algo más justo. El nivel técnico es admirable y vale la pena deleitarse con un despliegue visual de primer nivel.

Buenas noticias para los que no tengan un ordenador de la NASA: Flying Wild Hog ha realizado una labor excelente de optimización y cualquiera que llegue a los requisitos recomendados podrá disfrutar con holgura de todos los detalles en «ultra» y un framerate finísimo de 60 fps estables.

Los que no lleguen a los mínimos, aunque son bastante razonables, tendrán la opción de esperar a las versiones para PS4 y Xbox One, que llegarán en algún momento del año que viene. Sea como sea, se trata de un juego que entra por los ojos y aconsejo disfrutarlo en su máximo esplendor posible. También recinuebdi encarecidamente desactivar el filtro de «aberración cromática», un efecto visual que le da a la imagen un aspecto de lente sucia que en mi opinión le hace más mal que bien.

Los requisitos técnicos son los siguientes:

Mínimo:

  • SO: Windows 7/8/8.1/10 x64
  • Procesador: Intel Core i3-6300 (2 * 3800), AMD A10-5800K APU (4 * 3800) o equivalente
  • Memoria: 8 GB de RAM
  • Gráficos: GeForce GT 560Ti (1024 MB) or Radeon HD 6850 (1024 MB) or better
  • Red: Conexión de banda ancha a Internet
  • Almacenamiento: 14 GB de espacio disponible

Recomendado

  • SO: Windows 7/8/8.1/10 x64
  • Procesador: Intel Core i5-5675C (4 * 3100), AMD A10-7850K APU (4 * 3700) o equivalente
  • Memoria: 8 GB de RAM
  • Gráficos: GeForce GTX NVIDIA GeForce GTX 970 / ATI Radeon R9 290 with 4 GB of Video Memory (4096 MB) or Radeon HD 7970 (3072 MB)
  • Red: Conexión de banda ancha a Internet
  • Almacenamiento: 14 GB de espacio disponible

Veredicto

Tras finalizar la campaña de Shadow Warrior 2 se me ha hecho imposible decidir si me ha gustado más o menos que la anterior entrega. Como el yin y el yang, ambos juegos forman un bello díptico sobre cómo dos maneras opuestas de un mismo concepto pueden complementarse entre sí.

No es perfecto, al explorar nuevos caminos los desarrolladores han tropezado con algunos errores nuevos, pero no lo intenta ni lo necesita. Quien quiera una experiencia pulida, domesticada e inofensiva, que compre el Call of Duty que toque este año.

A pesar de sus problemas de inconsistencia y cierto desequilibrio de ritmo, Shadow Warrior 2 consigue ofrecer una experiencia fresca, irreverente y muy divertida, con unos valores de producción a la altura de los grandes estudios pero con una dosis de riesgo que las superproducciones no pueden o no quieren asumir. Justo el tipo de propuestas que necesita un género que ya empezaba a oler como el armario de mi abuela.

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