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Los 10 mejores juegos del 2016

Este año ha sido el año de las asignaturas pendientes. Han salido al mercado proyectos problemáticos que llevaban en el horno en torno a una década, los estudios japoneses han salido de su letargo con algunas obras sobresalientes y algún que otro personaje emblemático se ha despedido de sus seguidores porque ya ha dicho todo lo que tenía que decir.

También ha sido un año con un calendario de lanzamientos vertiginoso. Dice mucho y bueno sobre la salud del sector lo difícil que ha sido en 2016 mantenerse al día, y como consecuencia muchos títulos destacables se han tenido que quedar fuera porque todavía no les he podido hincar el diente. Es el caso de XCOM 2, Gears of War 4, TyrannySuperHOTCivilization 6, Stardew Valley, Hyper Light Drifter o The Witness. Pero es el último día del año y toca hacer balance de lo mejor que ha traído. Esta lista, por lo tanto, no pretende sentar cátedra sino ofrecer un repaso personal a los títulos que considero más redondos o interesantes.

10. Rez Infinite

2016 iba a ser el año de la realidad virtual. Y la realidad virtual llegó. Y entonces nos preguntamos dónde estaban los juegos para nuestros carísimos cascos de realidad virtual. Resulta bastante sorprentente (y decepcionante) que una de las obras más redondas para esta fascinante nueva tecnología sea un refrito de un juego de Dreamcast que además puede disfrutarse en modo 2D normal.

Pero a Mizuguchi lo que es de Mizuguchi: la sinestesia de Rez siempre fue un concepto adelantado a su tiempo y la prueba está en que Rez Infinite en ningún momento se siente como un juego de hace 15 años, sino como una experiencia hipnótica y tan novedosa como si saliera mañana por primera vez al mercado.

Puede que Rez Infinite no te venda unas gafas de realidad virtual pero si lo pruebas con ellas ya no podrás volver a jugarlo a la antigua.

9. Final Fantasy XV

Los recelos despertados entre el público más conservador que afirma que «esto no es un Final Fantasy» son una buena muestra de que la franquicia de Square Enix estaba tan anquilosada que incluso sus fans más acérrimos han olvidado que hubo un tiempo en que era sinónimo de audacia creativa.

Esta decimoquinta entrega no es perfecta, le pesan demasiado las reescrituras de guión y los cambios de dirección sufridos durante su desarrollo de 10 años, pero ha conseguido con honores su objetivo de reinventar la saga gracias a un sistema de combate muy fresco y un muy convincente mundo abierto que invita a ser explorado.

Es una pena que esta historia sobre la amistad y el proceso de maduración se tropiece en sus últimos compases. Aún así, Square Enix ha conseguido que el dificultoso viaje de Noctis llegue a buen puerto y sea capaz de sorprender y regalar algunos momentos realmente memorables. Pocas series de videojuegos pueden presumir de llegar con buena salud a la treintena y aún menos las que consiguen cambiar de piel para mantener la vigencia.

8. Dark Souls III

Durante la gestación de Dark Souls III Hidetaka Miyazaki ha expresado con insistencia que esta sería la última entrega de la serie (o al menos la última dirigida por él). Al jugador veterano de esta saga le costará poco esfuerzo entender por qué, y es que bastan unas pocas horas para entender que en esta tercera parte se ha llegado al punto de maduración máxima y difícilmente se podría ir más allá sin limitarse a marcarse un «más de lo mismo». Como ya demostró Bloodborne el año pasado, el futuro de los Souls pasa por llevar la fórmula a otros horizontes que permitan reinventarla.

A pesar de resultar ligeramente reiterativo, Dark Souls III cumple con creces con su papel de culminación de la trilogía. Un autohomenaje que se regodea y engrandece las virtudes que han enamorado a millones de jugadores desde que Demon’s Souls se convirtió progestivamente en un inesperado juego de culto desde su estreno en 2009.

7. Dishonored 2

La historia ha demostrado que una secuela solo funciona cuando está hecha con convicción. Dishonored 2 es una secuela ejemplar porque no ha sido desarrollada con estudios de mercado en la mano sino con el corazón. No hay nada en este juego que no salga del criterio de los franceses Arkane Studios, y ese respeto hacia su propia obra se refleja en la minuciosidad con la que ha sido construido.

El de Dishonored 2 es un mundo creíble, habitado por personajes que respiran. Cada rincón de Dunwall ha sido creado con empeño artesanal, haciendo que su magnífico diseño de niveles se despliegue ante el jugador de forma orgánica, obra de un dios que sabía muy bien dónde había que colocar cada ladrillo.

6. Firewatch

Cuando todo parece venirse abajo a veces es necesario tomar distancia para reflexionar y poder enfrentarse a las encrucijadas de la vida desde otra perspectiva. Al protagonista de Firewatch le pareció que un trabajo temporal como guardabosques era la oportunidad ideal. Soledad, tranquilidad y aire limpio.

Sin embargo, lo que parecía un paréntesis poco a poco empieza a convertirse en una prisión. Hay un misterio oculto en el bosque y el vigilante deberá llegar hasta el final con la ayuda de su supervisora, una mujer con la que solamente puede comunicarse a través de un radiotransmisor. Mientras colaboran, su relación se va haciendo cada vez más estrecha…

La opera prima de Campo Santo es un excelente ejemplo de cómo convertir las limitaciones en virtud. Este pequeño estudio independiente con sede en San Francisco se las arregla para despojar a la narrativa de todos los recursos no imprescindibles. El resultado es una historia íntima que da en la diana con una única flecha. No hay ni un elemento que sobre en Firewatch, pero tampoco hay nada que se eche en falta. Cada diálogo con Delilah está lleno de sentido y cada explanada del bosque tiene alguna utilidad en algún momento.

5. Titanfall 2

El primer Titanfall fue un juego sorprendentemente humilde. Concebido como un shooter multijugador, la falta de empaque hizo que muchos se lo pensaran dos veces antes de darle una oportunidad, a pesar de contar con muy buenas ideas que prometían devolverle al género algo de frescura tras años de endogamia callofdutybattlefieldera. Una de las cosas que debía aportar sí o sí una secuela era un modo para un jugador en condiciones. Y Titanfall 2 ha cumplido, y de qué manera, con la inclusión de una de las mejores campañas del año.

Lejos de contentarse con un tutorial de mínimos, la buena gente de Respawn Entertainment se la ha sacado (la espina clavada, se entiende) con una historia endiabladamente divertida y variada donde cada nivel introduce al menos una nueva idea. El resultado es un cóctel frenético que nunca deja de sorprender, convirtiéndolo en un imprescindible incluso para aquellos que no tienen ningún interés en vérselas frente a otros jugadores en los campos de batalla online.

Por supuesto, Titanfall 2 tampoco se queda corto en su porción multijugador que sube aún más un listón que el original ya dejó considerablemente alto.

4. Inside

Los creadores de Limbo han demostrado con su segunda obra que lo suyo no es flor de un día. El talento que hay detrás de Inside es algo cegador, uno de esos raros casos de videojuego elevado a la categoría de arte. Lo consigue además con una naturalidad que resulta insultante.

En apariencia una aventura de plataformas de scroll lateral, trufada con interesantes puzzles basados en físicas, la obra maestra de Playdead sorprente por la contundencia de su diseño, de extraordinaria inteligencia y ritmo calculadísimo.

Más allá de lo puramente lúdico, la excelente propuesta jugable de Inside es solo un marco para un impactante mensaje sobre la despersonalización y la alienación en una sociedad distópica muy incómoda que en ocasiones recuerda demasiado a la nuestra.

3. Doom

Después de innumerables retrasos y una preocupante fuga de talentos poca gente daba un duro por el nuevo Doom. Contra todo pronóstico, el resultado final no solo ha hecho plena justicia al buen nombre del decano de los juegos de acción en primera persona, también es una reivindicación de la vertiente más salvaje y directa del género.

Doom no inventa nada nuevo, pero consigue mantener todas las virtudes del original actualizándolas durante el proceso y ofreciéndolas en bandeja de plata a una nueva generación de jugadores que han crecido entre shooters de medio pelo que poco tienen que ver con la acción visceral que llevó a id Software a todos los telediarios de principios de los 90.

Una de las claves del juego es su ritmo. En ocasiones me gusta verlo como un juego musical. Y es que el magnífico diseño de sonido se adapta como un guante a las explosiones y los estallidos de demonios reventando por los aires, hasta el punto en que los disparos, los riffs de guitarra y las percusiones industriales componen una sinfonía de destrucción que posee al jugador, sumiéndolo en un estado de trance ultraviolento.

¿Tienes problemas de estrés? Doom es lo que te debería recetar el médico.

2. Uncharted 4: El desenlace del ladrón

En una industria que se mueve al compás del sucio dinero resulta extraño que un estudio pueda permitirse el lujo de «matar» su creación más exitosa. Pero Naughty Dog no es un estudio cualquiera. No son las ventas sino su posición privilegiada lo que ha llevado a los padres de Nathan Drake a decirle adiós a su personaje estrella. Y eso es Uncharted 4, en parte una despedida y en parte una celebración de una de las franquicias más aclamadas de los últimos años.

Como la última gira de tu grupo favorito, el sabor agridulce es un compañero de viaje durante toda la aventura. El juego es conciente de ello y en lugar de intentar disimularlo utiliza este sentimiento a su favor para firmar la historia más madura y emotiva de toda la saga, llegando incluso a aligerar las partes de tiroteos para darle más peso a la narrativa.

El mejor apartado técnico del año y uno de los mejores finales de la historia de los videojuegos rematan un tour de force soberbio que vuelve a confirmar a Naughty Dog como una garantía de excelencia. Nadie habría imaginado que llegarían tan lejos desde su Crash Bandicoot de 1996.

1. The Last Guardian

Es complicado hablar sobre The Last Guardian sin hacer referencia a su tortuoso desarrollo de casi una década o la excelencia de sus dos antecesores, Ico y Shadow of the Colossus. Las expectativas que había creadas en torno al tercer proyecto de Fumito Ueda no se entienden sin este contexto. Y sin embargo, ahora que finalmente ha salido al mercado hay que hacer un esfuerzo por olvidar el via crucis que ha resultado ser su complicado desarrollo y juzgarlo por sus méritos, que no son pocos ni poco importantes.

La relevancia de The Last Guardian es tal que no dudaría en calificarlo como un hito de los videojuegos. Y es que para darle credibilidad a esta historia sobre el vínculo entre un niño y una criatura mitológica a medio camino entre un gato gigante y un grifo, el ambicioso creativo japonés ha considerado necesario marcar como objetivo primordial hacer que la bestia sea verosímil. El resultado es sorprendente: en todo momento el enorme Trico se siente como un ser vivo. Bosteza, se alimenta, se aburre, tiene curiosidad, siente miedo e incluso defeca.

Gracias a este portento técnico, el jugador consigue empatizar con la criatura y, a la par que el niño protagonista, durante la aventura se crea un profundo vínculo afectivo con ella. Poco a poco, Trico deja de ser un personaje de videojuego y empieza a convertirse casi en una mascota que respira y padece, consiguiendo que la conmovedora historia se viva con una intensidad sin precedentes.

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