Al despertar Franz Kafka una mañana, tras un sueño de casi un siglo, encontróse su obra convertida en un singular videojuego. Hallábase echado sobre el duro mármol de su lápida y, al alzar la mirada hacia una computadora que le mostraba algo llamado Steam, se le aparecieron unos dibujos en movimiento que llevaban su nombre. Echóse de nuevo, incapaz de entender nada, dispuesto a dormir cuanto menos otro siglo.
Editado por Daedalic Entertainment y desarrollado por el hombre orquesta Denis Galanin durante un período de 5 años, The Franz Kafka Videogame propone un homenaje muy libre al universo del genial autor checo a través de una combinación de piezas narrativas y puzzles de lógica completamente ilógicos. Una fórmula que este ilustrador y diseñador ruso ya exploró con cierto éxito en Hamlet or the last game without MMORPG features, shaders and product placement, que desde su mismo título ya hizo gala de su particular sentido del humor.
Una sopa de letras
K., un trasunto ficticio del propio Franz Kafka, recibe una jugosa oferta de trabajo que promete poner fin a una penosa situación económica que le impide contraer matrimonio con su prometida. Sin conocer demasiados detalles sobre el empleo, este «médico rural» emprende un tortuoso viaje hacia un lejano lugar llamado América. Un viaje surrealista donde el absurdo, la incertidumbre y la laberíntica burocracia le harán replantearse, y por extensión también al jugador, cualquier sentido de la lógica.
Como la literatura de Kafka, este proyecto no es para todo el mundo. En lo mecánico es una sencilla aventura de «point and click» que se divide en dos partes muy diferenciadas, ambas muy afiladas.
El componente narrativo cuenta las desventuras del protagonista a través de escenas animadas que son básicamente un cúmulo de referencias al universo kafkiano, principalmente América, El proceso y La metamorfosis. No adapta directamente ninguna historia en concreto pero sí bebe de sus ideas y las mezcla con algunas aportaciones de su biografía, uniendo de forma indisoluble al hombre y su obra.
El motor que hace avanzar la trama es la resolución de puzzles ubicados entre historieta e historieta. Su diseño es bastante caprichoso y sospecho que generarán una división de opiniones importante. El motivo es que, por definición, todo puzzle se resuelve a través de la lógica. Los de The Franz Kafka Videogame, en cambio, rompen con ella y en algún momento incluso se permiten el lujo de burlarse del sentido común del jugador con soluciones que no tienen ni pies ni cabeza. Hay mucho de ensayo y error hasta dar con la clave, algo que puede llegar a ser bastante frustrante, y en más de una ocasión es inevitable darse por vencido y acceder a las pistas que se desbloquean después de un par de minutos. ¡A veces ni con esas!
La gracia, sin embargo, no está tanto en el proceso de descifrar los enigmas como en la propia irracionalidad de los mismos. Hay algo bastante divertido entre el desconcierto generado por un puzzle sin pies ni cabeza, tirar la toalla y descubrir que en realidad era tan sencillo que a nadie se le habría ocurrido por más vueltas que le hubiera dado.
Por injusto que sea, The Franz Kafka Videogame se las arregla para resultar inteligente y agradable en todo momento. Ayuda su retorcido humor, una banda sonora muy evocadora y, sobre todo, un diseño artístico delicioso a medio camino entre el cómic y el libro de ilustraciones para niños.
Valoración
Enervante para unos, genial para otros… Resulta complicado recomendar The Franz Kafka Videogame. Como juego de puzzles es una broma pesada, pero como homenaje interactivo al escritor me parece un experimento memorable y muy meritorio. Su duración de menos de 2 horas hace que la broma no se convierta en insulto, así que prefiero verlo como lo segundo.
Hace un par de años visité el Museo Franz Kafka de Praga. Es un lugar pintoresco, pero pasear entre facsímiles de sus cartas, fotografías y una colección de libros publicados en todas las épocas y países no me hizo sentirme más cerca ni de la persona ni del autor. Con el juego de Denis Galanin sí he sentido en ocasiones la mano fantasmal del checo hurgándome en los sesos. Puede que no suene como una experiencia especialmente deseable, pero el arte más interesante es en muchas ocasiones también el más incómodo.