A Housemarque le viene el nombre como anillo al dedo. El estudio finlandés lleva desde principios de los 90 especializándose en una manera muy particular de entender los videojuegos: proyectos de pequeña escala pero con mecánicas pulidas hasta un nivel obsesivo, con la mirada siempre puesta en los clásicos de recreativas pero haciendo uso de la última tecnología. Su enfoque «retrovanguardista» ha alumbrado algunos títulos tan adictivos como Super Stardust, Dead Nation o Resogun.
Su última propuesta, Nex Machina, es más que el siguiente peldaño en su carrera. Es una colaboración de ensueño entre Housemarque y el legendario diseñador Eugene Jarvis, creador de clásicos tan reverenciados como Defender, Stargate, Robotron 2084 y Smash TV. El resultado de esta combinación de talentos es un juego explosivo que ningún amante de la acción más clásica debería perderse.
Cuando las puntuaciones son droga
Resumido al máximo, Nex Machina es algo así como el Robotron del siglo XXI. Es un intenso arcade de disparos basado en el clásico control de doble stick. Con la palanca izquierda se mueve al personaje, mientras que con la derecha se dirige la dirección de los disparos. Hay un botón de disparo especial y otro de evasión para escapar de situaciones extremas, dos elementos que añaden una mayor profundidad táctica, pero en general la cosa se reduce a salvar a los humanos repartidos por cada nivel, esquivar a los enemigos y acabar con todos ellos para seguir avanzando.
Este planteamiento tan básico no inventa nada, pero el diseño de la acción es tan exquisito que cada partida es un subidón de adrenalina que te mantiene pegado a la pantalla sin pestañear. Terminar la campaña principal solo es el principio, el verdadero potencial del juego se destapa cuando, a base de repetición, se le coge el punto a los niveles y se asume el reto de intentar conseguir puntuaciones cada vez mejores.
Llegados a ese estado mental casi febril, Nex Machina abre una espiral de secretos y rutas alternativas que hacen que cada partida resulte fresca e interesante. Una magia negra que provoca que a base de echarle horas enganche cada vez más, en lugar de hacerse viejo. Un mérito doble si tenemos en cuenta que los niveles no están basados en trazados procedimentales sino que todas las situaciones han sido diseñadas «a mano» minuciosamente, siendo los comportamientos de los enemigos lo único que cambia dinámicamente en respuesta a las acciones del jugador, añadiendo un endiablado punto de imprevisibilidad al ensayo y repetición.
Para los que esto sepa a poco, Nex Machina incorpora una buena cantidad de modos de juego extra que alargan considerablemente su vida. El cooperativo local es un añadido más que interesante que le sienta genial a un planteamiento tan clásico. Es el «jugar a dobles» de toda la vida y aunque la acción quizá es demasiado excesiva para dos personas, lo compensa con la diversión extra que aporta el sano pique entre amigos.
Por su parte, para los más enganchados existe un modo arena basado en el cumplimiento de ciertos desafíos, como alcanzar una puntuación mínima. Estos logros están recompensados con monedas que sirven para desbloquear varias opciones de personalización como variaciones de color de los disparos, distintos tipos de casco o trajes.
Un infierno de vóxeles
Housemarque es un estudio muy centrado en combinar la jugabilidad retro con la tecnología más puntera. Como Resogun, Nex Machina está basado en un mundo construido a través de espectaculares vóxeles (cubos tridimensionales que componen el mundo de forma similar a piezas de lego) que estallan con una explosión de partículas.
Esto de por sí ya es un espectáculo para la vista, pero el estudio finlandés le ha dado a sus diseños una estética cyberpunk perfecta. Las luces de neón, los cubos deshaciéndose y la electrizante banda sonora synthwave dotan al juego de muchísima personalidad. Una personalidad no especialmente original, todo sea dicho, pero sí muy bien desarrollada.
Veredicto
Nex Machina es uno de los juegos más emocionantes y adictivos del año. No se conforma con ser un magnífico tributo a las recreativas de los 80 sino que consigue extraer su esencia, la digiere y la vomita convertida en una experiencia depuradísima digna del siglo XXI.
A su manera, es un broche de oro para la carrera de sus creadores y cabe preguntarse cuál será el próximo paso de Housemarque después de rematar con maestría un juego que no es sino un resumen de todo lo que han cultivado durante sus más de 20 años de actividad creativa.