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Cuando se apagan las luces de lo digital

Mario triste

El avance del soporte digital sigue avanzando inexorablemente hasta el punto en que empieza a verse como inevitable la transición a un modelo de distribución 100% online donde el formato físico ya no tendría cabida. Las ventajas que este sistema ofrece al usuario son obvias: acceso casi inmediato a los contenidos (o al menos tanto como permita la velocidad de conexión), disponibilidad permanente del catálogo, campañas de rebajas muy agresivas, los juegos no ocupan espacio en las estanterías…

Pero si el mercado se dirige en esa dirección con paso tan firme no es por las ventajas que la distribución digital ofrece para los usuarios. No, los que más tienen que ganar (literalmente) son las editoras de videojuegos. Este nuevo paradigma de publicación permite reducir enormemente los costes de producción, se carga los problemas de stock y elimina por completo de la ecuación a unos eslabones muy importantes de la cadena: la logística y los comercios, lo que significa menos complicaciones y quedarse con su parte del pastel.

El interés de las compañías en un mercado completamente digital es enorme porque hay mucho dinero en juego. Y tantas prisas hay por completar cuanto antes esa transición que se está obviando la letra pequeña. Concretamente, hay un elefante en la habitación del que nadie quiere hablar.

Quizá el mayor problema de la distribución digital es que mantener una infraestructura online no es gratis. De hecho, es bastante caro. Y llega un momento en la vida de una plataforma en que ya no sale rentable mantener el chiringuito. Y cuando un chiringuito no sale rentable, hay que darle la patada. Eso es exactamente lo que pasará con Wii el año que viene.

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Según ha hecho oficial Nintendo esta tarde, la Wii Shop echará la persiana en enero de 2019. El 27 de marzo del año que viene se dará el primer paso hacia el cierre impidiendo añadir dinero al monedero virtual, limitando las transacciones. El  hachazo definitivo llegará el 31 de enero. Tras esa fecha ya no será posible acceder a la tienda ni volver a descargar ningún juego que se haya adquirido a través de ella.

Esto es tal y como suena. El cierre de la Wii Shop significará que los usuarios perderán el acceso a los contenidos digitales de la consola. Todas sus compras, a excepción de los juegos que permanezcan instalados en el disco duro o hayan sido transferidos a una Wii U, se desvanecerán en el aire como humo de un cigarrillo. Y es que el problema de la nube es que tarde o temprano se la lleva el viento.

Aunque pueda parecer inconcebible, las plataformas digitales tienen una fecha de caducidad, del mismo modo que el soporte de las consolas acaba llegando a su fin cuando desaparece su viabilidad comercial. En su empeño por conseguir un mercado totalmente online, las grandes empresas de videojuegos se están olvidando de asegurar un «plan B», si es que acaso es técnicamente factible, que permita a los usuarios seguir disfrutando de unos productos en los que se ha invertido un dinero muy real.

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Nintendo no es la primera en apagar las luces y mandar a todo el mundo a la calle, pero sí es la primera de las tres fabricantes de consolas que deja a sus clientes digitales con el culo al aire. No hay ninguna garantía de que en 2020, por decir una fecha cualquiera, no sean los usuarios de PS3 o Xbox 360 los que se queden con cara de tontos al descubrir que no podrán volver a descargar sus juegos.

La única manera de luchar contra esta incertidumbre es seguir apoyando el formato físico mientras sea posible. Puede que hacer el viaje a una tienda para comprar un disco en una caja parezca anticuado frente a la magia de conseguir los últimos lanzamientos desde la comodidad del sofá, pero a cambio de esa inmediatez se sacrifica el concepto de la posesión. El videojuego deja de ser un producto y se convierte en un servicio inmaterial con una puerta de entrada que hoy está abierta de par en par pero mañana podría cerrarse para siempre.

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