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Super Nintendo Classic Mini: una era en la palma de la mano

Un año después de que la NES Classic Mini reventara todas las previsiones de Nintendo y protagonizara en uno de los casos más lamentables de especulación rampante en los portales de compraventa, la compañía vuelve a la carga con su sucesora, una miniaturización de la Super Nintendo que llega con algunas lecciones aprendidas. Una vez más el stock se ha vuelto a quedar corto y solo los más atentos han conseguido asegurarse una unidad, aunque esta vez Nintendo ha reaccionado con cierta antelación y ha prometido que habrá nuevos envíos a las tiendas en los próximos meses.

La propuesta es todo un caramelito. Se trata de una microconsola que recupera una veintena de los mejores juegos de la 16 bits de Nintendo y facilita su reproducción a través de un hardware moderno, muy práctico y diseñado para las televisiones actuales. Existen soluciones de cuestionable legalidad que permiten acceder incluso gratuitamente a estos juegos en otras plataformas, como ordenadores o móviles, pero ninguna de ellas es tan inmediata como enchufar el cacharrito oficial y simplemente disfrutar.

Dentro de la caja

El hardware principal está hecho para enamorar. Es del tamaño de la palma de una mano, muy ligero y con un diseño que imita el aspecto de la consola original. Un falso puerto de entrada para los mandos es en realidad una tapadera que oculta la nueva conexión, basada en el sistema de conexión de la Wii. Esto significa que los dos mandos suministrados, de nuevo una perfecta réplica de los mandos clásicos de la Super Nintendo, son compatibles con todas las consolas de la compañía que usen esta tecnología.

Los mandos, por cierto, son una verdadera delicia, con un tacto y una respuesta supremos. La única pega que se les pude poner es que, a pesar de que su cable es algo más largo que el de los mandos de la NES Classic Mini, su menos de metro y medio sigue quedándose bastante corto para los salones actuales.

Aún más decepcionante es que no se haya incluido un adaptador de corriente. En la caja únicamente viene un cable USB que carece de toma para enchufarlo a la electricidad. No debería hacer falta comprarlo por separado porque en casi todas las casas hay alguno de sobra o a las malas se puede usar un cargador de móvil, pero es una política decepcionante que no se suministre todo lo necesario para disfrutar de la consola.

Sí que hay cable HDMI y uno de bastante calidad, además. Es bastante largo, así que resulta de bastante ayuda para compensar el escaso alcance de los mandos, pero que nadie espere ningún milagro.

La guinda de esta tarta nostálgica la pone el propio diseño de la caja, que es un homenaje a la que vistió a la consola original en su lanzamiento europeo hace ya 25 años.

Dentro de la carcasa

La interfaz de la Super Nintendo Classic Mini está diseñada para ser, ante todo, muy clara y sencilla. Un simple menú deslizante permite elegir cualquiera de los juegos incluidos. La emulación es perfecta, replicando incluso las caídas de framerate que podían darse bajo ciertas circunstancias en el hardware original (esto último quizá debería haberse dejado al gusto del consumidor).

Entre los añadidos destaca la posibilidad de guardar la partida en cualquier momento, una función de rebobinado y tres opciones de visualización: ligeramente suavizado, pixel perfect y una imitación de estética CRT que introduce unas líneas que recuerdan a las pantallas de tubo. Todos los juegos están diseñados para funcionar en formato 4:3 y, por lo tanto, en las pantallas panorámicas actuales quedan huecos vacíos a los lados que pueden rellenarse con unas cortinillas más estéticas.

Super Nintendo Classic Mini

Sobre la calidad de los títulos seleccionados poco se puede rebatir. La recopilación es excelente y consigue recuperar buena parte de su catálogo más emblemático, prestando especial atención a cubrir casi todos los géneros de forma equilibrada. En cuanto a la cantidad, es inevitable que se echen en falta muchos otros. Entre los 21 juegos se encuentran títulos que no llegaron a salir en Europa e incluso uno que jamás llegó a salir a la venta, Starfox 2, por lo que su importancia histórica es tremenda. Pero faltan, vaya si faltan, y es una verdadera oportunidad perdida que Nintendo no haya integrado ningún tipo de tienda dentro del sistema operativo para poder ampliar el catálogo a través de internet, aunque fuera a costa de pagar un poco más, o como mínimo compatibilidad con los cartuchos originales.

Esta es la lista completa de juegos preinstalados en memoria:

  • Contra III: The Alien Wars
  • Donkey Kong Country
  • EarthBound
  • Final Fantasy III (en realidad, versión americana de Final Fantasy VI)
  • F-Zero
  • Kirby Super Star
  • Kirby’s Dream Course
  • The Legend of Zelda: A Link to the Past
  • Mega Man X
  • Secret of Mana
  • Star Fox
  • Star Fox 2 (inédito)
  • Street Fighter II Turbo: Hyper Fighting
  • Super Castlevania IV
  • Super Ghouls ‘n Ghosts
  • Super Mario Kart
  • Super Mario RPG: Legend of the Seven Stars
  • Super Mario World
  • Super Metroid
  • Super Punch-Out!!
  • Yoshi’s Island

Veredicto

A un precio de 80 euros, la Super Nintendo Classic Mini es una golosina tanto para jugones nostálgicos como para jóvenes que quieran descubrir por primera vez una parte imprescindible de la historia de los videojuegos. Sus carencias se perdonan más fácilmente que su falta de ambición. Y es que, si por 80 euros Nintendo ha conseguido poner en circulación una microconsola excelente, deja la sensación de que por 100 euros podría haber llegado una propuesta totalmente redonda. Y es que, ¿por qué conformarse con 21 juegos sin posibilidad de ampliación cuando la propia Nintendo lleva vendiendo versiones digitales de sus clásicos en Wii, Wii U y ahora en Switch? ¿Por qué no convertir esta Super Nintendo Classic Mini en una puerta de entrada a todo su catálogo de 16 bits? ¿Por qué no incluir una ranura funcional para poder seguir usando los cartuchos originales?

Nintendo lo tenía muy fácil para ir a por todas, pero finalmente se ha conformado con ofrecer un puñado de juegos de Super Nintendo en un envoltorio precioso. Como producto es irresistible, pero es precisamente por su buena factura que resulta imposible no desear que este guiño a la nostalgia hubiera sido algo más.

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