Que «detrás de un gran hombre hay una gran mujer» es un topicazo, además de sexista, bastante irritante. Sin embargo, desde un punto de vista histórico, resulta fascinante el papel de gobernantes en la sombra que han jugado cientos de reinas a lo largo de los siglos, ya fuera por ambición, por una mayor aptitud para la gestión o simplemente porque no les quedó más remedio que suplir a reyes incompetentes, demasiado ocupados con sus cacerías o persiguiendo faldas.
Reigns: Her Majesty propone precisamente eso: gobernar un reino medieval desde el punto de vista de la reina (de muchas reinas, en realidad). Y lo hace a través de una serie de mecánicas inspiradas en cierta aplicación de ligoteo que usa mucha gente aunque no tanta lo reconoce.
Larga vida a la reina
La interfaz que Nerial ha diseñado para el juego resultará muy familiar a todos los que hayan usado Tinder (o que tengan un amigo que lo haya usado, guiño, guiño, codazo). Como en la aplicación de citas, Reigns: Her Majesty presenta una serie de «tarjetitas» que el jugador deberá deslizar hacia la derecha o hacia la izquierda, lo que se interpreta como una respuesta positiva o negativa.
La historia se construye a través de esta sucesión de decisiones y el objetivo último es reinar el máximo tiempo posible, tratando de mantener en equilibrio los cuatro poderes: eclesiástico, popular, militar y económico. Cada dilema del tipo «¿debería financiar una expedición para descubrir nuevas tierras?» o «¿es ilegal hacerse pasar por su hermana gemela para robarle a su marido?» inclina la balanza en una dirección determinada, no siempre clara, y es necesario hacer concesiones en todas las direcciones para que los cuatro poderes estén razonablemente contentos.
Lo delicado del asunto es que tanto el apoyo excesivo como la falta del mismo tienen consecuencias letales. Perder a los militares puede llevar a que el país sea saqueado por una potencia extranjera. Por contra, conquistar el amor del vulgo puede provocar que el castillo sea tomado por una turba fervorosa.
Morir una y otra vez (generalmente de forma bastante cómica) está contemplado dentro de la dinámica del juego y la progresión de la historia no se detiene por algo tan insignificante como perder la cabeza a manos de un cardenal cabreado. La historia sigue avanzando de generación en generación, de modo que los errores y descubrimientos de una monarca influyen en el reinado de la siguiente.
El planteamiento que propone el juego es muy fresco y resulta muy fácil entrar en él. No lo es tanto llevar las riendas de las líneas argumentales. Y es que con demasiada frecuencia la ambigüedad de las decisiones provoca que haya que elegir de forma impulsiva o, peor aún, al tuntún, sin tener nada claro qué reacciones esperar. A cambio, la gracia con la que está escrito el guion hace que equivocarse no resulte demasiado frustrante, puesto que incluso las consecuencias más catastróficas pueden ir acompañadas de una carcajada.
El toque femenino
Reigns: Her Majesty es una secuela bastante continuista de Reigns, un inesperado éxito de 2016. Aunque introduce algunas novedades como un sistema de inventario que permite usar objetos en situaciones muy concretas y afina un poco más la ejecución, su principal interés radica en que ofrece una visión femenina alternativa, muchos dirían que incluso feminista.
Sin abandonar nunca el tono sarcástico, el juego esconde algunas burlas nada disimuladas hacia el patriarcado y reivindica el papel de las mujeres fuertes en posiciones de poder. La periodista y escritora Leigh Alexander ha hecho un trabajo fantástico tratando temas de género de forma cómica y a la vez afilada, dándole bastante miga al libreto sin caer en el adoctrinamiento.
Esta nueva entrega no solo se presenta con una cantidad de contenido mucho mayor, sino que está más cuidado, tiene mayor calado y, en definitiva, resulta más consistente que el original.
Veredicto
La fórmula extremadamente sencilla de Reigns: Her Majesty brinda diversión instantánea. Es un juego que se disfruta especialmente bien en micropartidas de 15 minutos y es por eso que la versión para móviles es la más recomendable. Por contra, a la larga esa sencillez acaba encorsetando demasiado el desarrollo y se echan en falta algunas opciones que aporten mayor profundidad a la experiencia.
La presencia de algunos objetivos mayores hace que la trama tenga interés a largo plazo, aunque perseguirlos resulta bastante complicado debido al rumbo imprevisible de la acción. Aunque el juego está basado en la toma de decisiones, el jugador no llega a sentir que está dirigiendo el rumbo de la historia, sino que escoge ramificaciones como en un libro de «elige tu propia aventura».
Aunque puede pecar de repetitivo y de apoyarse demasiado en el ensayo y error, esta propuesta minimalista consigue, a base de carisma y una buena utilización de sus escasos recursos, llevar a buen puerto una idea muy ambiciosa. El rey ha muerto, ¡larga vida a la reina!