Poco a poco el escaparate indie se está convirtiendo en un hervidero de metroidvanias. Tan solo hace unas semanas que salió el excelente Dead Cells y ahora le sigue los pasos la secuela de uno de los juegos que inauguró la resurrección de este género que, como su nombre sugiere, hereda el estilo de los Metroid y Castlevania primigenios.
Si Guacamelee supuso una sorpresa cuando se estrenó en 2013, su regreso en 2018 se produce en un escenario bien distinto, con cierta saturación de lanzamientos y con la necesidad de revalidar su corona. Todo ello desde la difícil posición de hallar un buen balance entre potenciar las ideas que le dieron el éxito e introducir algunas nuevas. ¿Han conseguido dar los canadienses Drinkbox Studios de nuevo en la diana?
Crisis en el Mexiverso
Aunque no viene mal venir con los personajes conocidos de antemano, por aquello de pillar las bromas recurrentes, no hace falta haber jugado al primer Guacamelee para disfrutar de esta secuela. La historia arranca varios años después del final anterior, que puede refrescarse durante el tutorial donde ha sido recreado de forma abreviada y simplificada. Varios años después de derrotar a Calaca, Juan Aguacate ha formado una familia y disfruta de una vida tanquila. Una vida feliz, a juzgar por la panza que ha echado desde que lo vimos por última vez.
Pero si no hay lío no hay secuela, así que no tardan en reclamar de nuevo los servicios del luchador. Y es que, aunque Juan salvó el mundo en su línea temporal, existen multitud de universos paralelos donde las cosas ocurrieron de forma muy diferente. Como único Juan victorioso, le corresponde viajar a través de los planos del Mexiverso para arreglar las cosas a base de habilidad y mamporros de lucha libre.
La historia es muy simpática y ha ganado peso en esta ocasión, con más líneas de diálogo y un mayor esfuerzo por caracterizar a los personajes. Puede que de la impresión de que una propuesta tan basada en la jugabilidad directa no necesita un buen guion, pero Guacamelee 2 hace un uso muy efectivo de sus chistes y referencias a la cultura pop (impagables los guiños al cine o a otros videojuegos) para relajar la tensión. Gracias al elemento narrativo, la experiencia se mantiene fresca, sin que el interés llegue a decaer en ningún momento.
Estas son mis llaves y si no me gustan tengo otras
Como buen metroidvania, Guacamelee 2 basa su diseño en un mapeado 2D interconectado, lleno de puertas inicialmente cerradas que se desbloquean al conseguir nuevas habilidades. Durante su viaje Juan va ampliando su catálogo de movimientos constantemente. Algunos sirven para destruir elementos del escenario que impiden el paso, permitiendo llegar a nuevos lugares, mientras que otros sirven para ganar efectividad en combate. Durante las primeras horas los veteranos se sentirán algo torpes por la necesidad de volver a desbloquear ataques, pero en cuanto hay suficientes para empezar a combinar combos el sistema de combate se vuelve extremadamente satisfactorio. Es un sistema sencillo y accesible, pero lo bastante robusto como para que los jugadores más hábiles puedan hacer verdaderas virguerías.
Menos miramientos tiene la parte de plataformeo. Los niveles exigen bastante coordinación y destreza, pudiendo llegar en algunas ocasiones a ser un poco frustrantes. En comparación con el primero, me ha parecido que algunos tramos han sido diseñados con más mala leche, con unos tiempos de reacción algo más cortos. Nada que no se pueda sobrellevar con un poco de cabezonería. A pesar de la dificultad o quizá gracias a ella, el diseño del mapeado es excelente, por momentos genial, de modo que anima al jugador a esforzarse para superar los puzzles de habilidad que propone y descubrir qué nueva ocurrencia vendrá a continuación.
Me ha gustado especialmente cómo ha ganado protagonismo la capacidad de convertirse en pollo. Esto ya estaba presente en la primera entrega para pasar por agujeros y corredores estrechos, pero en Guacamelee 2 ha sido muy ampliado creando todo un submundo pollícola delirante. Ahora hay niveles completos que se juegan convertido en pollo, con combates y un árbol de combos propio. Estas partes están muy bien integradas, ya no parecen un pegote sino que tienen un peso propio dentro del conjunto.
Para los que lo encuentren demasiado cuesta arriba, Drinkbox ha introducido un modo cooperativo local «al vuelo» para cuatro jugadores. Está implementado a la vieja usanza, como en las recreativas: los amigos, a poder ser desde el mismo sofá para fomentar el cachondeo, pueden entrar y salir de la partida en cualquier momento. A pesar de que la dificultad de los enemigos se escala en consecuencia para mantener el reto, la ayuda extra puede agradecerse y, por supuesto, también es sinónimo de risas extra.
Y es que Guacamelee 2 es un juego que invita al jolgorio. Es alegre y colorido, con una dirección de arte que sabe digerir muy bien el encanto del folclore mexicano, aunque los gráficos siguen teniendo mucho de estética Flash y no les vendría mal algunas animaciones más elaboradas. Por mucho que esté de moda criticar la apropiación cultural, el estudio canadiense DrinkBox demuestra auténtico cariño por el imaginario de la lucha libre y las calaveras del Día de los Muertos, y eso se transmite en el resultado final.
Veredicto
Es difícil combinar un estilo de juego desafiante y a la vez mantener el buen humor constantemente. De esto saben mucho los Dark Souls, la sensación de enfrentarse a un gran reto y superarlo es impagable, pero hasta que se consigue el éxito a veces dan ganas de tirar el mando por la ventana. Guacamelee 2 consigue mantener al jugador en un estado de concentración constante, pero sin que se le borre nunca la sonrisa de la cara.
Es una secuela continuista y se le pude acusar de ser más de lo mismo, pero es difícil verlo como algo malo cuando se realiza con tanto oficio y buenas ideas. DrinkBox ha conseguido mantener todo lo que hizo grande al primer Guacamelee y lo ha expandido hasta el punto en que resulta difícil imaginarse una tercera parte. Los canadienses dan un giro de tuerca a sus ideas y las llevan hasta sus últimas consecuencias, con algo más de madurez, consiguiendo una evolución similar a la vista en Portal 2 con respecto al original, salvando las distancias de género y relevancia.
Más que un imprescindible para los amantes de los metroidvanias, Guacamelee 2 entra tan bien como una fuente de nachos con guacamole recién hecho y se confirma como uno de los indies más brillantes del año.
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