Tengo la sensación de que cada mes salen al mercado al menos cinco juegos de Warhammer. Probablemente sea una percepción algo distorsionada por el hecho de que ese mundo me resulta completamente ajeno, pero resulta innegable que en los últimos años el chorreo de adaptaciones de lo más variopintas de los universos de Games Workshop ha sido algo sin precedentes. Prácticamente todos los géneros imaginables han recibido su ración de Warhammer, no sé si porque la licencia resulta barata o porque los aficionados realmente consumen tan ingentes cantidades de orcos, guerreros del caos y todas esas razas que se parten la crisma en esos mundos de fantasía. Probablemente la más extraña de todas son los skaven, unos repulsivos hombres rata mutantes que precisamente protagonizaron uno de los videojuegos más exitosos de la franquicia: Warhammer: End Times – Vermintide.
Inspirado claramente en Left 4 Dead, el juego de Fatshark supo llevar con mucho acierto a Warhammer Fantasy la fórmula del multijugador cooperativo basado en oleadas de enemigos. Los skaven ciertamente se prestan a ello, y el bien hacer de la desarrolladora sueca hizo el resto. Ahora, algo más de dos años después de un éxito no sé si inesperado pero desde luego sí merecido, llega ahora Vermintide 2, una secuela más ambiciosa que sale para PS4 tras unos meses de exclusividad en PC y Xbox One, con la intención de repetir ventas millonarias ampliando y mejorando los aciertos del original.
El Fin de los Tiempos
Ambientada en los primeros acontecimientos que desencadenan el Fin de los Tiempos, una suerte de Ragnarok que desemboca en la destrucción del mundo Warhammer Fantasy, la campaña de Vermintide 2 pone al jugador en la piel de un guerrero capturado por los hombres rata, quienes se han aliado con los bárbaros del caos. Mientras se produce su traslado se produce un accidente y escapa al confinamiento, momento que aprovecha para liberar a sus compañeros y huir de la fortaleza. Se trata de un prólogo que hace las veces de tutorial y que, una vez completado, lleva al jugador hasta un campamento en una ciudad fortaleza que hace las veces de núcleo central del juego. Desde ahí se puede escoger personaje, personalizar su equipamiento o su aspecto, mejorar sus armas o, claro está, montar la siguiente escaramuza.
La campaña del juego, diseñada de forma muy competente, está troceada en misiones modulares de una media hora de duración. Pueden jugarse de forma desordenada, aunque por cuestión de coherencia narrativa recomiendo jugarlas en orden, al menos la primera vez. Su diseño es muy similar al de Left 4 Dead: acción en primera persona donde un equipo de cuatro jugadores deberá coordinarse para superar distintos objetivos como llegar hasta una posición, resistir oleadas de enemigos o destruir algo. A diferencia de otros juegos multijugador basados en dar vueltas por un mapa como pollos sin cabeza, Vermintide 2 se esfuerza por resultar variado e introducir momentos scriptados para dar lugar a situaciones relativamente cinematográficas.
El resultado es un juego de acción cooperativo que, sin embargo, resulta estimulante incluso para los amantes de las propuestas para un jugador. De hecho, aunque está enfocado al online y la mejor manera de disfrutarlo es con otras personas, a ser posible amigos con los que haya cierta confianza, también incluye un modo para un jugador con bots muy solventes. No es lo mismo, pero es una opción perfectamente funcional para quienes quieran una experiencia relajada sin depender de nadie o familiarizarse con las misiones en solitario antes de dar el salto al entorno multijugador.
La campaña es lo bastante larga y rejugable como para justificar que el juego se venda a precio completo, a pesar de venderse únicamente como descarga (no descartaría una edición completa en físico más adelante). A modo de extra se incluyen una serie de hazañas periódicas que aportan una serie de desafíos únicos para jugadores más veteranos. No solo es un contenido interesante para alargar la vida útil del título sino que también proporcionan una excusa interesante para volver al juego regularmente, incluso después de haber quemado las misiones principales.
En la variedad está el gusto
Los héroes seleccionables, cinco en total, responden a los cinco arquetipos de personaje más generalizados: soldado imperial (nada que ver con los de Star Wars), enano guardabosques, elfo, mago de luz y cazador de brujas. Las cinco opciones representan a grandes rasgos cinco maneras de jugar. El soldado es el típico tanque con espadón y armadura pesada, recomendado para jugadores que gustan de ir a saco, mientras que el mago y el elfo son personajes más orientados al ataque a distancia. El enano es polivalente, útil a corta distancia pero también armado con una ballesta útil para larga distancia, mientras que el cazador de brujas es un personaje ágil tipo asesino que resulta adecuado para jugadores expertos a los que les gusta lucirse y hacer muchas filigranas. Por si esto fuera poco, cada héroe dispone de varias profesiones distintas y habilidades desbloqueables que pueden usarse para especializarlos más aún.
Resulta muy recomendable usar las primeras misiones, más sencillas, para experimentar con distintas configuraciones y dar con el que mejor le encaje a cada uno. Vermintide 2 es un juego bastante bien equilibrado, por lo que ninguno tiene una ventaja notable sobre los demás, pero sí es importante que cada persona encuentre con cuál se encuentra más cómodo jugando.
Un aspecto a tener en cuenta es que la mayor parte de las habilidades y el equipamiento se desbloquean progresivamente. Este toque rolero no es solo una manera de plantearle al jugador un sistema de evolución para engancharlo, sino que responde a la necesidad de adoptar estrategias más complejas para hacer frente a las hordas de hombres rata más numerosas y los enemigos más poderosos que Vermintide 2 tiene a bien tirarle a la cara al jugador en las misiones más avanzadas. Las victorias otorgan puntos de experiencia que se traducen en subidas de nivel que añaden nuevas «magias» al repertorio de los héroes. También se pueden conseguir cajas de loot que otorgan nuevo equipamiento. El catálogo de objetos es amplísimo y no solo sirven para hacer más pupita y resistir mejor al daño, sino que también aportan una capa de personalización adicional. Por ejemplo, el soldado puede segar a los hombres rata como si fueran matojos usando uno de los gigantescos mandobles a dos manos o bien disfrutar de un estilo más defensivo y ágil con la combinación de espada corta más escudo.
Veredicto
Mientras todo el mundo salta sin pensárselo dos veces al vagón de los battle royale y los juegos como servicio, Fatshark no se anda con populismos y apuesta por la fórmula satisfactoria y todavía no suficiente explorada del multijugador cooperativo basado en una campaña. No entiendo por qué no hay más títulos que apuesten por este enfoque, que combina lo mejor del juego online con el diseño esmerado de un modo historia. Vermintide 2 es una delicia que encantará tanto a los que echan de menos un nuevo Left 4 Dead, algo que probablemente ya nunca ocurra, como a los que añoran el frenético combate cuerpo a cuerpo en primera persona de Dark Messiah of Might and Magic.
También, y aunque no es imprescindible ser jugador de Warhammer para disfrutarlo, es una de las más pintonas adaptaciones que ha recibido hasta la fecha el universo de Games Workshop. Un apartado técnico de muy buena factura y un cuidado diseño artístico se combinan para dar vida a las unidades y escenarios de una forma rotunda. Demonios, incluso a mí, que siempre me ha intimidado bastante el mundo Warhammer, me han dado ganas de comprarme unas cuantas miniaturas de hombres rata para pintarlas a la hora de la siesta. Luego se me pasa, claro. No me veo dejándome los ojos a base de darle pinceladas de precisión a esas minúsculas figuritas de plástico. Sí me veo, en cambio, echándole muchas horas a Vermintide 2 en los meses venideros.
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