Cuando se habla de la fuerza desatada de la naturaleza se suele pensar en huracanes, en riadas o en terremotos derribando ciudades como si fueran castillos de naipes. A mí esa expresión siempre me ha sugerido la imagen de un primate furioso golpeándose el pecho y arrasando con todo a su paso. Un mono cabreado es una imagen terrorífica, como bien nos ha enseñado la